miércoles, 30 de junio de 2010

Diagnosis

El doctor sacudió la cabeza con gesto “circunflejo” y estrujándose el celebro espetó su diagnóstico: “Dolor general en las piernas, agujetas en glúteos y cuadriceps, hastío de correr… usted ha participado en el primer duatlón de Espinosa de Villagonzalo provincia de Palencia, donde los hombres son de acero y los duatletas de diamante”.

“¿Y qué puedo hacer, Dotor? El sábado compito en Villameca, un triatlón olímpico. Necesito estar a buen nivel.”

Y el oráculo de Delfos contestó hierático: “Nada”.

 

Siguiendo el consejo llevo toda la semana nadando cada día, para que mis piernas se recuperen del castigo y guarden fuerzas para Villameca. Es tontería intentar entrenar nada a estas alturas, después de haber comprobado de que en mi especialidad, la carrera pedestre, estoy afilado como cuchillo de madera. El objetivo de esta temporada es terminar las pruebas dignamente, sin caminar, y si es posible no llegar de los últimos.

Y por fin este sábado, si es menester, mi graduación en Triatlón.

domingo, 27 de junio de 2010

I Duatlón Espinosa de Villagonzalo

Y primero mío también.

Se abren los boxes y cuelgo la burra en la barra. Pego un par de geles en el cuadro, porque me da un poco asco mezclarlos con agua como he visto hacer. Llevo otro par en el portadorsal por si acaso. Coloco el casco encima del manillar para poder distinguirla mejor, y hago un par de entradas para ver donde se ubica. Después salgo a calentar con Chema, el otro Tripi que ha ido a Espinosa, con pocas ganas porque hace mucho calor, son casi las 4 y media.

El juez nos cuenta el recorrido, que soy incapaz de retener, y las rayas donde montar y desmontar, mientras apresuradamente las pintan en el suelo con espray. Somos unos 60, acostumbrado a las megacarreras de miles esto es un chiste. Me pongo en segunda fila, pero la verdad es que con los que somos podría bailar breakdance sin molestar a nadie alrededor. Bocinazo, por fin vamos. Varios cientos de metros y el grupo empieza a alargarse. 3:52 por minuto dice mi Garmin, demasiao, quiero hacer el 10 mil suave, pero en no más de 45 minutos.

Bajo el ritmo pero no hace falta pensarlo mucho, porque subimos casi cien metros en menos de 2 kilómetros, por un camino en el campo. Esta cuesta va a picar luego... y al llegar arriba bajamos lo mismo o más en un rompepiernas que afortunadamente no está muy mal, para al cabo de un pequeño llaneo atravesar un campo con rastrojos. Gracias a que han pasado con el tractor o un TT podemos seguir una rodera. Otra cuesta arriba fuerte y ya nos dejamos caer al pueblo, para repetir otra vuelta igual.

Avituallamiento. Agarro una botella con ansia, y bebo bastante junto con un gel con cafeína. Yo no suelo beber más de un trago en una media, pero este calor... y cómo picaba la cuesta... perdí de vista a los primeros hace tiempo, y cuando llego a boxes faltan muchas bicis. Creo que he hecho los primeros 10k a 4:30. Rápidamente me pongo el casco, me cambio las zapatillas por las de la bici con facilidad, porque llevo gomas, y salgo corriendo a la raya. Luego veré que he tardado 50 segundos en hacerlo. Un juez me llama la atención para que me abroche el mono, llevo la cremallera hasta abajo. Casi me caigo con la bici al hacerlo, pero monto y arranco.

A menos de un kilómetro del pueblo engancho a uno, va pedaleando como borracho, o no ha entrenado una transición nunca o le ha afectado demasiado el calor. Sin pensarlo más me tumbo en el acople y le paso, tomando cadencia con el plato pequeño para meter el grande. Al morder el gel me salpica entero, y el azúcar hace que me acople de verdad a la barra. Qué asco...

El gemelo izquierdo ha intentado subirse varias veces, pero me pongo de pié para estirarme y se calma. Por lo demás, el recorrido de bici no se me hará muy duro, dos vueltas que sumarán 47 kilómetros. Apenas cuatro o cinco de los que han corrido más lentos que yo me adelantan. Con dos de ellos tendré un rifirrafe casi a lo largo de toda la bici, para salir victorioso, aunque cansado. Un tipo sin pedales automáticos me da mucha guerra, hasta que me lo despego en la segunda.

No se permite el drafting, y los últimos kilómetros de llegada al pueblo voy solo, acompañado con la lluvia de la tormenta que ha empezado a caer y me emborrona las gafas. Pero lo agradezco, porque tengo mucha  sed, aunque no he parado de beber, en el avituallamiento de la segunda vuelta se me fue por el otro lado y casi vomito delante de todos los paisanos, tosiendo como un poseso. He hecho esta sección en una hora y media, un poco más rápido que 30 km/h.

Entrando en boxes oigo al ganador que llega a meta, joder, y a mí me faltan 5 kilómetros y pico... empujando la bici me desabrocho por instinto el casco, sin quitármelo, y el juez me vuelve a hablar. "- Tienes tarjeta amarilla-" "- Bueno, algo tenía que hacer mal para ser el primero". Me pongo las zapas con las gomas y con las piernas pesadísimas salgo a por la última. Un mozalbete me da una botella y con sorna se mofa de mí "- Venga, que con un poco de suerte terminas". Yo no tengo aliento para replicarle si a ver si con mi edad tiene mis cojones para hacer esto, y sigo.

La cuesta. Por tercera vez, sólo cambia que ésta llueve. Veo tipos que la suben caminando, y pienso en los cadáveres del kilómetro 30 de un maratón, desorientados, derrotados. "Venga", digo a uno al pasar. Bebo de la botella. ¿Y si me paro yo? ¿Un poquito sólo?  Mierda, yo he corrido tres maratones, sé de qué va esto, sigo trotando, a unos ridículos 5:12 en esta vuelta. "Animo", digo a otro. El tipo arranca y me adelanta. Menudo negocio he hecho. Otro trago. Cuesta final. Se ha juntado a otros dos, y los tres van delante, de charleta.

Entramos en el pueblo, yo ya harto de llevar la botella pero no quería tirarla en el campo, la apuro, la lanzo a la acera y acelero. Si paso a este grupete subiré tres puestos en la categoría. Los tipos me saludan, como si fueran de fútin, pero son incapaces de acelerar lo más mínimo. Soy un velocista a 4:50 el minuto, la media de esta vuelta... Cruzo la meta y me bebo del tirón un acuarius y una botella de agua, refugiado de la tormenta apoyado en una pared, con dos paisanos que me preguntan cosas que no recuerdo. 2 horas y 46 minutos dándole. 16 kilómetros de carrera y 47 en bici.

Cuando me recupero un poco recojo mi bici. Me encuentro con el juez que me dice que en este deporte hay que pensar, y soy amable y no le digo lo que efectivamente pienso, "sí, hay que ser el puto Karpov", me llevo mi máquina al techo del coche, me quedo en pelotas dentro para secarme con una toalla y ponerme otra ropa y con un paraguas voy a la estupenda merienda que nos han organizado esta gente, qué amabilidad. Tortilla, empanada, de todo. Y allí departen con los corredores. Da gusto.

Pero tengo prisa, me marcho al coche y de camino me bebo otro botellín de agua. Voy recuperando y mientras Amaral canta en la radio la canción de Nicholas Cage en Leaving las Vegas, yo lagrimeo como un idiota. Esto ha sido muy duro, pero soy duatleta.

sábado, 26 de junio de 2010

Minutos previos a competir

Según conducía hacia Espinosa pensaba el motivo por el cual siento nervios antes de cada carrera. Y creo que es por el miedo al dolor del esfuerzo. Porque en competición no se puede abandonar, y hay que aguantar. Y hoy hace calor, y acaban de anunciar que hay cuestas y que recortan 1 kilómetro.

Y aquí estoy, esperando a entrar en boxes, observando que las bicicletas de los demás son mejores, y que todos parecen más fuertes... O quizás no?

jueves, 24 de junio de 2010

¡Inmisedicordia!

Pasamos del invierno al infierno en unas pocas semanas. Y hoy, el secarral del JC1 ha sido testigo y causante de mis sufrimientos. 40º en las marquesinas, el aire caliente elevándose como fuego del asfalto para oprimir los pulmones y yo intentando terminar un diez mil para irme a casa con los deberes hechos. Tres paradas técnicas en la fuente para devolver el estropajo de mi garganta a su estado original, y unos decentes 49 minutos para 11 kms, notable en un rodaje pero insuficiente en una competición. La duda, ¿sería capaz de dar más con esta temperatura, después de una hora larga en bici?

Sudando en el Juan Carlos.

 

miércoles, 23 de junio de 2010

¡Sapristi, el verano!

Pobre Don Pantuflo, siempre persiguiendo a Zipi y Zape hacia arriba, ignorante de que sus vástagos le utilizaban de liebre para sus sesiones de cuestas. En eso pensaba yo mientras daba unas vueltas al circuito pedestre que la organización del próximo triatlón del Juan Carlos I ha diseñado, pletórico de cuestas y en especial un tramo de 50 metros en el que más de uno echará "pié a tierra" y caminará.

Porque zapateta, ya me gustaría tener las piernas de los Zipizape dando vueltas como un molinillo, o en su defecto las de Gómez Noya en el pasado triathlón de Pontevedra (un diez mil en 29 minutillos de ná). Especialmente en estos días en los que las temperaturas nos empiezan a acarician con 38º que marcan las marquesinas de los autobuses. Se acabaron mis sesiones de correr al mediodía y empiezan las matinés. Ventaja, la hora del almuerzo queda libre para nadar, siempre que lo permitan las medusas que flotan en la piscina olímpica del L.A.

Y como el verano es temporada de lectura, comentar algo curioso del libro que estoy leyendo, The Face of Battle, de John Keegan. Me ha sorprendido conocer que Hitler era un runner, un mensajero que corría llevando informes cuando fallaban el telégrafo, las palomas mensajeras y demás medios de comunicación de la WWI. Pena no hubiera seguido corriendo, seguro que se le habría quitado toda la mala leche.

domingo, 20 de junio de 2010

Fin de fiesta con subida a Canencia

Hoy quedé con otro Tripi residente en Madrid, y subimos el puerto de Canencia, de segunda categoría, 1524 metros. Como un reloj, he ido y vuelto en el mismo tiempo que hace unos meses, pero esta vez sin caída por medio. Eso que la sensación ha sido de mayor velocidad, puesto que hoy he probado un nuevo acople en la bicicleta, que te permite ir tumbado sobre el manillar.

El tiempo de esta semana ha sido de lo más traicionero. Hoy amanecía claro el día, por lo que me equipé de corto, sin llevarme unos manguitos o siquiera una camiseta interior. Así, bajando del puerto, sin dar pedales en unos kilómetros, he llegado a tiritar, deseando poner el motor a tope para subir temperatura.

Pero gracias a este tiempo raro, el martes pude entrenar en la piscina olímpica del L.A. yo solo en compañía de mi neopreno y de un grupo de socorristas acurrucados bajo un tejadillo porque llovía. El jueves volví a nadar solo, pero sin pretenderlo, porque no llevé traje y cuando salí del agua no sentía los pies, tuve que correr varios kilómetros para recuperar los dedos.

Esta semana se han abierto las inscripciones del triatlón del Juan Carlos, hay una versión sprint para los federados y medio sprint para los populares. Me he apuntado a la primera, relamiéndome de hacer un triatlón en "mi" parque y contarlo aquí.

Y para acabar, para mi colección de cretinos del anillo verde, he encontrado un nuevo ejemplar: el Ciclista Dorsalis, un osado deportista que necesita mostrar a todos que sus saltos por los bordillos en los semáforos y maniobras imprudentes están refrendadas por el dorsal de esa carrera que corrió con su bici, que ya empieza a amarillear pero no lo quita.

Saludos y buena semana.

domingo, 13 de junio de 2010

XX Triatlón Medina de Rioseco

El viernes no las prometían muy felices para esta prueba. Un chaparrón continuo por la noche desde hace una semana, con la temperatura rondado los 14º. ¿Pero los triatlones no eran en verano? La mañana del sábado se levantó del mismo pelo, desapacible pero sin mucho viento por lo menos. Y yo como el tiempo, con nervios, muchas incógnitas, sobre mi preparación, las transiciones, el equipamiento, la lluvia y la bicicleta...

Llegué a los famosos boxes y después de colgar mi bicicleta de una barra y colocar alrededor las zapatillas de ciclismo y de carrera, el dorsal, los geles, el caso y las gafas, imité los movimientos del grupo y empecé a vestirme de neopreno, y a caminar hacia la salida. Me impresionó ver ese nutrido grupo de hombres y mujeres en caucho, todos con un gorro azul pálido, zambulléndose con parsimonia en las verdosas y frías aguas del canal.

La dársena del canal de Castilla era el lugar donde se recibían las barcazas, y la de Rioseco es la más grande, de 300 y pico metros de largo por 50. Para nadar los 1.500 metros se requiere una vuelta completa y otra un poco más extendida, invadiendo un trozo de canal.


Muy concienciado de los golpes, me coloco en la parte de atrás del grupo y tras la bocina de salida de una zodiac empiezo a nadar lentamente, para dejar que se abran espacios. En poco tiempo tengo toda la libertad que necesito para no agobiarme y me concentro en nadar y en no torcerme del camino señalado por las boyas, lo que consigo excepto en algunas ocasiones que tengo que rectificar bastante.

Parece que no se acaba nunca, pero ya voy por la segunda vuelta. El agua está fría pero el traje me mantiene caliente y encima me levanta como un corcho. Además está limpia. A veces me enredo con alguna planta pero no trago ninguna cantidad apreciable. Voy muy conservador para no desgastarme, pero durante muchas brazadas debo respirar solamente de un lado para tener más oxígeno.

La escalera ya está ahí, voy a subir detrás de uno que ya está agarrado y... no se mueve, le ha dado un pasmo o algo. Le esquivo y subo por un lado y al levantar la pierna, zás, se me sube el gemelo derecho. Me levanto empujando con las manos y mis primeras zancadas cojeo, apretándome la bola para abajo. No va a más y echo a correr, mano izquierda al cuello para quitar el velcro y la derecha a la cuerda, para bajar la cremallera. Ya estoy desvestido hasta la cintura, y las manos han salido de las mangas sin darme cuenta.

Unos metros y estoy junto a mi bici, todavía hay muchas en boxes, y sin darme cuenta me he quitado el traje. Tranquilamente me pongo las zapatillas (no he entrenado a ponérmelas en marcha, por lo que no me arriesgo a dejarlas en los pedales), el reloj, el casco, las gafas, el dorsal, y a empujar la bici hasta la línea que marca el juez.

¡A buscar grupo! Salimos tres a la vez, uno muy fuerte y otro a mi ritmo. Arranco el gel que había pegado al manillar y me concentro en morderlo, en lugar de mirar al firme. Error. Hay muchos baches, y curvas para salir del pueblo. Glub, todo el gel de un trago, me acerco al otro para hacer grupo y... he pillado varios baches, notando un gran golpe. La llanta está en el suelo. Pinchazo.

Paro, estupefacto, no puedo tener esta mala suerte. Paro el crono, voy a cambiar la rueda y voy a terminarlo, aunque llegue el último. ¡Es mi debut! Hay gente que se retira directamente cuando pinchan, no fui el único. Odio estos neumáticos, están muy duros. Estoy nervioso, y un matrimonio que pasa al lado empeñados en hablar conmigo. Por fin, puesta, un cilindro de gas para hincharla en segundos y allá voy.

El viento me sopla de frente, llueve y yo aprieto con fuerza los pedales, llorando de rabia. Hay gente que ya está de regreso de la primera de las dos vueltas, y yo apenas he empezado. Veo delante a la que será la segunda mejor veterana y le grito al pasar "¡ponte a rueda!". No puede, porque yo voy lo más bajo y lo más rápido que doy. Veo ciclistas adelante y la distancia se reduce, esto va a ser como en el carril a Soto. 

A unos 8 kilómetros, noto la rueda en el suelo. De repente ya no llueve y se hace el silencio. Estoy parado y recuerdo las palabras que se decían en la Segunda Guerra Mundial cuando se tomaban prisioneros: "For you the war is over".

Doy media vuelta camino al pueblo. Grito ánimos a los de mi club que dan la segunda vuelta, siendo el primero un Tripi. Después de un par de kilómetros tiritando se para una moto y me mandan un coche para ahorrarme el paseo. Me deposita a la entrada en boxes. Hay mucha gente del pueblo, oigo algún comentario pero son todos respetuosos y dando apoyo. "Al año que viene será", contesto amable a un señor que se lamenta de mi pinchazo.

Dejo el dorsal y la bici, y me aparto a un lado hasta que termine la carrera, sin ganas de estar ahí. Para colmo de males aparece la familia para darme una sorpresa en meta, cuando yo ya soy un espectador más. Sabor a fracaso, dulce y pasado como la fruta podrida.

Lo mejor del día: mi miedo al agua y la T1 se ha esfumado. Un clavo saca otro clavo, tengo que buscar otro en seguida. No escribo más, sé de unos neumáticos que tienen una cita con el cubo de la basura.

sábado, 12 de junio de 2010

Mi primer triatlón

En dos palabras: dos pinchazos.

martes, 8 de junio de 2010

Entrenando triatlón

7 am. Suena el despertador. Manotazo, varios minutos de duda y con prisas salto de la cama para hacer unos ejercicios de cadencia en la estática. Tres cuartos de hora y un gel después (hoy toca entrenamiento de alimentación), salgo con las revoluciones en la zona roja al asfalto y con ansia devoro dos kilómetros a 3:40. Primer asalto, ducha y a currar.

Mediodía. Salto de la silla y pedaleo raudo a la piscina olímpica del Luís Aragonés, donde con este día desapacible nadan un par de personas. Me enfundo mi nuevo neopreno, que como si fueran unas zapas debo estrenar antes de competir, y así vestido de Batman nado dos kilómetros seguidos en poco menos de 40 minutos, un equivalente al trote cochinero en running pero es lo que hay. Termino satisfecho, la flotabilidad del traje es estupenda y aunque me está más ajustado que una malla no me ha agobiado en absoluto. Segundo asalto, ducha y a currar.

Dos sesiones, tres deportes, noventa minutos muy aprovechados. Me gusta mi nuevo tri-ocio.

lunes, 7 de junio de 2010

Cosas que te pueden pasar el día de vuelta de unas vacaciones

  • Poner el despertador un rato antes para hacer bici porque te has dado cuenta de que llevas casi tres semanas sin tocarla y el sábado compites, y apagarlo en mitad de la noche porque aún no has pegado ojo.

  • En el trabajo descubrir que tú lo que siempre quisiste ser es escritor/torero/médico/bombero... cualquier cosa menos lo que realmente eres.

  • Llegar a la piscina y darte cuenta que has olvidado tus chanclas, y tienes que ir a hacer un pis con bañador turbo y castellanos.

  • Meterte en el agua y darte cuenta que has olvidado tus tapones de los oídos, y pasarte luego el resto de la tarde medio sordo por el agua.

  • Al recoger tus cosas darte cuenta de que se te cayó una pinza para sujetar los pantalones en la bici y que alguien se la ha llevado.

  • Descubrir que el candado de combinación con el que has atado la bici y que has usado dos veces se ha estropeado y que no puedes separar tu bici de la farola ni volver al trabajo.

  • Respirar aliviado porque la cizalla que te han prestado en la piscina te permite cortar los 17 euros de candado como mantequilla en unos segundos.

  • Preocuparte por la facilidad con la que se corta un candado de un centímetro de grosor, al que le ponen mucha más goma para aparentar.

  • Pedirle al casaca roja de seguridad de la puerta del Corte Inglés que te vigile la bici mientras te compras el candado más gordo que venden, decidido a que por lo menos le lleve al caco un minuto romperlo.

  • Escuchar como el dependiente del mismo departamento donde compraste el otro candado te dice que los de combinación no son fiables.

  • Llegar tarde al trabajo por estas historias y darte cuenta que siempre quisiste ser científico/militar/granjero/confesor de Isabel II.

  • Desear protestar en tu blog por todos los desatinos del día y acostarte para terminar el día cuanto antes.

domingo, 6 de junio de 2010

La ciudad de las bicis

Estupefacto regreso de Barcelona. Había leido que mucha gente se desplaza en bici por sus calles pero no era consciente de su número, ni de lo mucho que está apoyado por el Ayuntamiento.

Prácticamente en cada manzana hay un aparcamiento para bicicletas particulares, y en la ciudad cientos de estaciones de "bicing", donde se recogen y depositan las bicis públicas mediante una tarjeta magnética. Con el abono mensual no se permite más de media hora de uso, ya que no se persigue un objetivo lúdico sino de transporte, combinado con otros medios. Es muy popular y por aceras y calles y carriles ad hoc se ven continuamente ciclistas con las bicis municipales. Además existen muchas empresas de alquiler para turistas.

Igualito que en Madrid, cuyo anillo verde no es útil para desplazamientos no lúdicos más que a unos pocos afortunados que les resulte cercano el trabajo, porque recorre la M40 sin llegar a ningún sitio. ¿Llegaré a conocerlo antes de jubilarme? ¿soportarán los conductores madrileños la convivencia con ciclistas?

miércoles, 2 de junio de 2010

Nadando en el Cantábrico

La playa está tranquila, como el mar, sin muchas olas. El agua a 15º no hace que mucha gente se aleje más de unos metros de la orilla. Las familias contemplan el mar, saboreando el calor del sol.

El marciano emerge de la arena, embutido en un traje de goma ajustadísimo que presiona todo su cuerpo y gafas de nadar. Ignorando las miradas curiosas, me introduzco en el agua fría, pero no lo noto porque estoy separado del exterior por una fina película de agua calentada por mi cuerpo. Solamente los pies están muy fríos, casi insensibles.

Poco a poco, al adentrarme en el agua, el fondo se aleja, si bien la luminosidad permite ver que hay unos diez metros para abajo. Llega un momento que no se ve nada. Las olas, tranquilas, no alteran mi horizontalidad, pero sí el rumbo, de vez en cuando miro hacia adelante para orientarme hacia las boyas que delimitan la zona segura del mar abierto. Giro hacia el faro, en paralelo a la playa, y tengo que cambiar de dirección varias veces.

Nado tranquilo, porque noto una gran flotabilidad por el traje y nada de frío. Salvo que una fuerte corriente me arrastrase mar adentro, no percibo ningún posible peligro. Mis piernas que en la piscina pesan como un plomo, con el traje de neopreno se mantienen a ras de agua. El esfuerzo es mínimo, solamente me desgasta la tensión de encontrarme en el mar, bastante lejos de la orilla. A veces una ola me levanta y noto un pequeño mareo, y la boca no deja de saberme a agua.

Ya llego a la orilla, calculo el momento de ponerme de pie para no quedarme varado en la arena y dar el espectáculo a todas las miradas curiosas que me observan.

Una buena zambullida en el mar, sin agobios con el traje sino todo lo contrario. Prueba superada, primera experiencia con neopreno en mar abierto. Sigue acercándose el día 12, mi primer tri...