domingo, 31 de agosto de 2008

Jarro de agua fría

Salí a comerme el mundo y me comí los mocos. Esto es lo más gráfico que se me ocurre para explicar la carrera de hoy, la Virgen del Villar en Laguna de Duero. Ni siquiera llegaba a 10 kms, cuatro vueltas de 2,45o metros en torno al lago. Un día perfecto, nublado y sin calor, como perfecta la pájara hacia la mitad del recorrido que casi me hace abandonar.

Volvió la maldición de los 40 minutos, despejando el espejismo de las buenas marcas de las carrerillas del verano, completé la carrera en poco más de 41 minutos, peor que el año pasado. Para evitar caer en la autocompasión, intento racionalizar el mal resultado: que si tampoco es que haya entrenado mucho últimamente, que si he ido demasiado fuerte la primera vuelta, que si no están marcados los kilómetros... bla bla bla. Ni yo me lo creo.

En fin, el running es así. Mañana empieza el cole en el Retiro, y a aplicarme, quedan varios meses para terminar el año y alcanzar el huidizo objetivo sub 40. ¿Será tan difícil? ¿Pocos años corriendo? ¿Mi genética me condena al punto de cruz? ¿Soy un moñas? ¿Tendré que empezar la colección de fascículos de cómo correr medio decente y no ser un globero?

Un regalito para animarme mañana, estreno mis Asics Nimbus (espero que estas no tengan ventilación como las anteriores, al parecer es un defecto común)... las penas con zapatillas nuevas son menos.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Amanecer en el Juancarlos

Muy de mañanita a finales de agosto, aún está Madrid perezosa de las vacaciones. Clarea un poco el alba, algunas farolas están apagadas y otras no, y la penumbra me rodea. Muy adelante en el carril bici que me lleva a la entrada del JC1 de la Alameda de Osuna sigo la figura fantasmagórica de un corredor vestido de blanco, y aún abotargado por el sueño imagino que es un espíritu de sonrisa descarnada, que me observa bajo las sombras de los arbolillos que flanquean la vía. Sacudo el pensamiento con un escalofrío y aprieto el paso, y cuando por fin alcanzo la recta que bordea la parte sur del lago alcanzo al espectro, materializado en una animosa muchacha a un buen ritmo para estas horas.

Mientras prosigo mi calentamiento, qué paradoja, disfruto del frescor de la mañana que nos va despabilando a mí y a los numerosos jardineros desperdigados por el parque, afanados en sus labores. El sol apunta rápidamente como una gran bola roja que torna la superficie del lago de ese color, mientras se apagan progresivamente las modernas luces indirectas de los puentes del parque y las farolas que me han acompañado hasta aquí. En el circuito del mil, las familias de patos se desperezan bajo la lluvia fina de los aspersores, lanzándose al agua protestando ruidosamente a mi paso, una y otra vez hasta que termino las cinco series y me apresuro a mi propia ducha para arreglarme y marchar al trabajo. Buen comienzo de día.

sábado, 23 de agosto de 2008

Crónicas valencianas

Siempre es agradable correr por la playa, en concreto por el borde del mar, en esa zona húmeda en la que no te hundes en la arena pero donde las olas quieren juguetear continuamente, como un cachorrillo, mordisqueándote las zapatillas al mínimo descuido.

Así, en mi primer día de vacaciones en la playa me dispuse a disfrutar de la brisa marina a una hora temprana de la mañana con una ambiciosa distancia, en torno a 16 kilómetros. No obstante, el sofocante calor húmedo y el recorrido, esquivando continuamente las olas y los andarines, unido a mi imprevisión de no llevar conmigo agua, me llevó a sufrir más de lo debido, completando el recorrido en torno a 5 minutos por kilómetro. Esto no pintaba bien.

Sin embargo, estas condiciones no desaminan a los atletas locales, y para mi sorpresa, el mes de agosto es muy prolífico en carreras en la Comunidad Valenciana, con distancias normalmente en torno a los 7 kilómetros y casi todas gratuitas, por lo que elegí dos cercanas a mi lugar de vacaciones: Xeraco y Almoines, que serían un test de mi condición física y al mismo tiempo me permitirían mantener un cierto nivel de calidad en un mes en el que de otra forma baja notablemente el ritmo y volumen de entrenamiento (en mi caso, agosto ha tenido casi la mitad de kilómetros que cualquier otro).

El jueves 14 de agosto participé en la carrera Correpatinaybaila de Playa de Xeraco, con un recorrido de 7,1 kms completamente llano, con rectas larguísimas acompañadas de varios giros de 180 grados, que prometían un buen ritmo.

Estupenda la organización, 1.073 corredores inscritos, todos con su dorsal (control por código de barras) sin colas ni prisas en un ambiente festivo. Tremendo calor y humedad pese a ser las 8 de la tarde (se me empañaban las gafas de sol), y todos en la melé de salida completamente sudados, deseando que nos refrescase la brisa. Suelta de globos y allá vamos.

Para mi sorpresa, porque no he estado entrenando calidad sino algo de técnica de carrera, conseguí mantener una buena media para poder conseguir 27:55 (3:56 de media), incluyendo un último kilómetro en 3:38, que me hizo recordar esos tres miles en el Retiro en el que apretamos al final en el Paseo de Coches.

Más chulo que Punteras, recogí mi camiseta, mis naranjas y al apartamento a invitar a todo el mundo a cenar por haber quedado el 62 en la clasificación.

Justo una semana después, y apenas dos o tres entrenamientos en los que insistí en técnica de carrera, a correr los 7 kms de Almoines, otro pueblo cercano.

Lo que parecía una carrera más elaborada no estaba tan bien organizada: largas colas para recoger el dorsal y el chip, muchos atletas (creo que hasta 500 más de los inscritos) apuntándose a última hora sin chip y con el dorsal confeccionado a mano, retraso de media hora en la salida, medio kilómetro más de lo anunciado...

Tampoco el recorrido trajo muchas alegrías: una salida "neutralizada" debido a que el primer kilómetro pasaba por una calle estrecha de un carril, con gente sentada en sillas en las aceras, hecho que si bien en Xeraco era agradable por los ánimos, aquí se hacía angustioso por el encajonamiento, me sentía corriendo un sanfermín de Pamplona, esquivando morlacos que avanzaban a más de 6 minutos el kilómetro estorbando continuamente.

Total, primer mil a 4:11 y con el desgaste de zafarse de un grupo pegajoso. La teoría en estos casos es no zigzaguear y conservar fuerzas para más adelante, pero nadie es perfecto y pudo mi impaciencia. Más adelante, otra sorpresita: para un tramo de pocos cientos de metros junto a un río, dos fuertes pendientes, una de bajada y otra de subida, con una nueva ralentización.

Con estos avatares la carrera iba transcurriendo y el objetivo de bajar de 4 minutos por kilómetro se desvanecía lánguidamente, cuando en los últimos 500 metros me conseguí sacudir la caraja y apretar a un ritmo de 3:36, consiguiendo un honroso 29:52 que me permitió llegar el 45 de 572 corredores, sin contar los "guerrilleros" que no cronometraban el tiempo.

Conclusión, buenas sensaciones al haber pasado con éxito dos pruebas que me permitirán encarar el objetivo de la segunda mitad del año de rebajar 40 minutos en 10 mil sin haber perdido mucha forma en vacaciones. También optimismo para las tres carreras a las que me inscrito en septiembre, y sobre todo ánimos para entrenar la semana que viene, con la Chopera cerrada madrugando para correr antes de ir al trabajo. Puff...


Maratón de Pekín

Estoy viendo la maratón en directo. Qué huevos, Chema Martínez, peleando con los keniatas, etíopes y eritreos. Primer 10 mil por debajo de 30 minutos, un ritmo brutal. Me has hecho recordar la última escena de Alatriste, el tercio de Flandes rodeado y en inferioridad, pero dispuestos para morir como leones porque es lo que toca. Pase lo que pase, Chema, te has ganado mi admiración. No caerá esa breva, pero si ganas me voy a bañar a Cibeles.

Correteos veraniegos

No te encuentras mucha gente por el canal del Duero en las tardes de verano, y a uno le gusta intercambiar saludos o palabras de ánimo con otros congéneres corredores. Lamentablemente no siempre se es correspondido, lo cual es una pena ya que encontrarse con otra persona en mitad del campo debiera inspirar simpatía, y si comparte tu misma afición con mayor motivo. Con un poco de mala uva y siguiendo algún artículo anterior, supongo que son futineros/as, a los cuales dedico estas palabras:

Si llevas cascos quizás es porque realmente no te gusta correr y te aburres, pero ¿acaso impiden hablar?

Quedas estupendo con tu polo, pero ten cuidado, el cocodrilo o cualquier otra insignia de marca puede devorarte el pezón en una distancia un poco más seria que tu sesión habitual de fútin.

Los pantalones de tenis ajustaditos son para jugar al tenis. Más concretamente en los 80. También las zapatillas de tenis. Ambos elementos sirven para hacer fútin. Trasparentar el calzoncillo degrada la condición humana.

Dar saltitos no es más estético ni hace avanzar más. Sólo hace más entretenida tu sesión de fútin.

Si corres con gorra cuando ningún otro corredor la lleva te da muchas papeletas para parecer un futinero. Si es una gorra de golf, fernandoalonso, propaganda u otros deportes más.

Esas zapatillas negras de futbito son estupendas. Para correr detrás de una bolita. Y las Puma quedan molonas en la discoteca, pero te pueden chafar los piés.

No, no eres más guapa que las demás. Yo saludo a todas las que me cruzo.

Me tienes intrigado con lo de las tobilleras lastradas, me suena a artes marciales aunque no he conocido ni leido de nadie que emplee ese arma secreta para mejorar tiempos en ningún tipo de carrera. ¿Un futineka?

Señor, suelte por favor la vara de chopo o ese bastoncillo tan ridículo que porta mientras corre, puede sacarse un ojo y salir cara la sesión de fútin.

Y a todos... no cuesta nada saludar y sonreir...

viernes, 8 de agosto de 2008

Hall of Fame (2)


Ahora sí llegó el momento. Podrían haber dado más de sí, pero no me gusta arriesgar con mis rodillas y he decidido prejubilarlas. Mis queridas zapatillas me dejan con 1,170 kilómetros encima, con mucho honor y pocas cicatrices. y un pequeño agujero de ventilación en el pie izquierdo a la altura del dedo gordo, que debe venir de serie en este modelo porque se lo he hecho a los dos pares que he tenido. ¿Será verdad que tenemos un pie más grande que el otro?




Hay gente que colecciona todas sus zapatillas usadas (véase el post de julio "Aficiones y otras disquisiciones"). A mí me da un poco de asquito guardarlas, pero también me da algo de pena tirarlas, no parecen tan gastadas y hemos pasado mucho tiempo juntos. Por eso prefiero donarlas con la ropa usada. Mientras suena la corneta, la bolsa que envuelve su cuerpo exánime envuelto en la bandera cae por el agujero del contenedor. Adiós... os recordaré... Quién sabe, quizás alguien aún saque algo de partido de ellas y consiga los tiempos que yo nunca hice.

El rey ha muerto, ¡viva el rey! Toca estrenar las nuevas, mis Asics Nimbus 9... ¡buena caza!