domingo, 29 de agosto de 2010

27ª Carrera Virgen del Villar: Operación Mendrugo

Un año más se aproximaba la primera carrera pedestre de la temporada, los 10k de Laguna de Duero (Valladolid), carrera BBB (buena bonita y gratis), muy conveniente para sacudirse el marasmo post vacacional. El aprendiz de triatleta no se encontraba en su mejor forma de carrera, después de un verano dedicado a los triunfos natatorios y a la bicicleta.

Por tanto, el tri-globero, muy satisfecho con la idea, decidió plantear la carrera como un entrenamiento de transición, con un rodaje previo en bici de 40 kms. Manos a la obra, los engranajes de la organización se movieron una vez más para conseguir un amigo que recogiera el dorsal, una semicítrico que proporcionase las zapas y vigilase la bici y una familia como público abnegado dispuesta a aplaudir cualquier actuación del nivel que fuera. Sin incluir el mono de tri, gel, portadorsal, y demás impedimenta triatlética. 

Así, el aprendiz de brujo se lanzó a la carretera muy decidido a superar el exigente entrenamiento del día. Pedaleo rápido, cadencia, cadencia, cadencia. Alguno más de los kilómetros previstos, al habitual y al mismo tiempo cansino 30 por hora de media (¿llegaré a superar este ritmo algún día?), y con buenas sensaciones, entrada en el pueblo...

... para ver cómo una larga fila de corredores de todos los tipos, ritmos y colores recorrían ya el circuito que tantos honores debía proporcionarme: había equivocado la hora de salida en 30 minutos. Mi pequeño público privado, decepcionado y con caras tristes. Yo, con cara de membrillo, viéndolo sin creerlo. Mi amigo corriendo más de 5 kms con un dorsal doblado en el bolsillo.

Más tarde, sacudiéndome la estupefacción y el sinsabor, pude rodar media hora fuerte, algo más de 7 kms, para no dejar en el tintero los planes del día. Estas situaciones empiezan a ser una costumbre. La maldición del pulpo..¿?

martes, 24 de agosto de 2010

Nadando en el mar

El mar es inmenso y en él los humanos que nadan son torpes seres fuera de su hábitat. Muchos peligros nos acechan, la mayoría invisibles. Las corrientes y mareas, las olas, los animales y las plantas que bullen bajo la superficie, la hipotermia. Otros por visibles no son menos peligrosos, como los barcos y lanchas rápidas.

Nadar solo en el mar implica una gran templanza. Más que dominar el cuerpo, hay que dominar la mente. Cuando aparecen los temores, fundados o no, hay que mantener la calma, concentrarse en la técnica. Calcular tiempos, distancias, fuerzas. Es semejante a la fuerza de voluntad y el estado de ánimo que llevan a una persona a completar un maratón. Pero en un maratón pasa algo y te paras. Alguien llega a ayudar. En el mar, no.

Estas vacaciones nadé mucho en el mar. Este año las Rías de Galicia estaban muy frías, al parecer porque ha soplado mucho viento norte. Esto hace que el agua esté limpia, no obstante. Así, cada día me enfundaba mi neopreno, mis gafas y mi gorro y me adentraba en el agua, hasta la playa de enfrente, y vuelta. Se me dejaba de ver entre las olas. Algo más de media hora sólo, solo. Lo suficiente para dejar de sentir los pies de frío. Para creer ver medusas y peces por todas partes. Para verme a veces zarandeado por las olas como un muñeco, mareado por el vaivén. Pequeñas brazadas en la inmensidad.

Pero las pequeñas brazadas te acaban trayendo de vuelta. El neopreno también ayuda, otorga una flotabilidad y protección como la capa de Supermán, aunque la primera sensación sea de frío repentino, que pronto desaparece. Los trajes de nadar también deslizan más rápido, uno se siente como una foca. A veces el mar se enfada y te obliga a respirar sólo de un lado, donde no te golpean las olas. Otras, te lleva hacia donde quieren y tienes que esperar a que se le pase el enfado y te deje continuar, mirando continuamente hacia donde vas. Eso sí, en la dirección contraria será indulgente y empujará a tu favor.

Beberás algo de agua salada, que si no fuera por el sabor estaría deliciosa por la temperatura, pero no será desagradable, al menos hasta que no salgas del agua. Y ya en la playa, te tambalearás a la llegada y torpe te quitarás el traje ante las docenas de paseantes que no serán capaces de entender por qué haces eso, adentrarte en el mar y volver.

Y yo tampoco soy capaz de saberlo. Pero tampoco sé por qué me pongo las zapatillas y salgo a correr con casi 40º. Algo que me infunde mucho respeto, también me da un orgullo secreto. Soy capaz de hacerlo. El miedo mata a la mente, y yo lo he dominado.

lunes, 16 de agosto de 2010

XI Travesía a Nado de Porto do Son (o XVII Exaltación do Polbo)

De cómo me vi ganador de mi categoría en la travesía a nado de Porto do Son (14/08/10).

Firmado:
El Campeón de Porto do Son

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14:30. Sábado de vacaciones en un pequeño y delicioso pueblo costero de Galicia. Sol, placidez y alegría envuelven la mañana. Varias familias se encaminan a las carpas donde se lleva a cabo la XVII edición de la Exaltación del Pulpo (sorry, el polbo en gallego no es lo que pensabais...), sonido de gaitas y colas para recoger, en esta ocasión no los chips sino los tickets de las consumiciones. Más adelante, no daban el dorsal sino el alvariño y el pan y más allá, el pulpo.

15:00. Con un ambiente festivo las tres familias allí reunidas se dispusieron a dar buena cuenta de sendas botellas de vino y las raciones de octópodo. Alguien me preguntó si iba a participar en la travesía de 900 metros en la playa de Portosin, la marina de Porto do Son, prevista a las 17:00. "Ya veremos. Depende del pulpo".

16:15. Una vez ingerido la dosis proteica y el zumo de uva fermentado, con un pedete lúcido los adultos del grupo toman asiento en una de las terrazas de la plaza del pueblo. Los gintonics empiezan a circular, pero el nadador en ciernes, futuro campeón de Porto do Son se abstiene. Son muchas las tentaciones: el licor con viejos amigos, la siesta... como no es plan de vomitar en medio de la travesía, opto por conservarme.

16:40. "¿Bueno qué, vas a hacerla o no?" Me espetan mis contertulios. "Sí, un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer". El pulpo, el alvariño ya casi disipado y yo nos levantamos, dispuestos a seguir nuestro destino, en busca del coche. Varios borrachines me acompañan de asistentes en un viacrucis del club de la comedia. Al menos no me dejan oir mis pensamientos con tanta cháchara.

16:45. "¡¡Mis gafas de nadar!! Están en tu coche. ¿Que tienes que ir a por las llaves?". Ahhhh!!!

16:50. Arranco el coche y me encamino a Portosin, no hay sitio para aparcar más que al final pero por suerte allí mismo es el puesto de la organización. Mis acompañantes no dejan de farfullar paridas sobre mi "turbo".

16:55. "¿Llego a tiempo?" "Sí, date prisa que salen los cadetes primero". Me embuto en el neopreno a toda prisa, haciendo un pequeño corte en la manga, y corro hacia la arena donde distante ya salen los cadetes. Me quedo a un lado hablando con varios nadadores con neopreno, muy pocos, que me explican el recorrido porque no he llegado a tiempo de oírlo. Un señor mayor nos hace bromas sobre el traje y la temperatura del agua, pero no sé si sabe que con ello vamos a nadar más rápido.

17:00. Sin calentar ni humeceder las gafas suena la bocina. Corro hacia el mar y salto, y empiezo a nadar. El frío del agua (no creo que llegue a 20º) me desembota la cabeza. Afortunadamente no hay muchas olas. La primera boya se divisa bien, y engancho a uno que se la ha saltado y tiene que retroceder, yo me ciño bien para que tenga que esperarme. De camino a la siguiente boya tengo que ajustarme las gafas, no veo nada y hay muy poca gente para seguir a nadie, por lo que necesito ver por donde voy.

17:XX. Esto se hace muy corto, después de la tercera boya tengo que volver a ajustarme las gafas para buscar el recorrido más recto a la arena. Me he pasado un poco y voy en diagonal, apretando para llegar antes que otro nadador. Veo que sale del agua y yo doy unas brazadas más antes de incorporarme, que me dan ventaja. Me da la impresión de que no se ha enterado que esto es una carrera porque cuando echo a correr como puedo, con el mar por las rodillas, él hace lo mismo.

Entramos en línea de meta y yo inclino el torso lo que puedo para superarle, la gente nos aplaude sinceramente, agradeciendo el esfuerzo final, y nos damos la mano sonrientes. No sé que tiempo he hecho porque no me he puesto ni el reloj.

Hay muchos más espectadores que nadadores, que siguen entrando, y yo me encamino a buscar a mis padrinos. Siguen muertos de risa, me han perdido la toalla y se parten cuando me cambio de bañador como las marujas, tapándome como puedo.

Me caigo de culo al agua porque se ha aproximado alguien para hablarme en mitad de la operación, y me pone nervioso. Me pongo el bañador al revés para hilaridad de mis amigos, que empiezan a plantearse la posibilidad de constituirse como un dúo cómico.

Cuando me acerco a por mi camiseta conmemorativa, mi rival me llama porque la organización no me ha tomado el número. Me acerco y delante mío le dicen que yo he llegado primero. En ese momento empiezo a olerme que he podido quedar tercero en mi grupo de edad (>36). Los borrachines siguen dando voces sobre mi victoria, mi bañador al revés y las adolescentes que están viendo la prueba. También dejan tirado mi traje en el suelo y se llena de arena.

Nos quedamos esperando la entrega de trofeos, a continuación, porque el alvariño me ha dado mucha sed y espero también que den algo de beber. Cuando toca mi grupo, llaman al tercero que no está. El segundo es mi rival y yo ya empiezo a flipar. Me llaman al podio, y allí que subo con el bañador al revés, y llenando a todos con arena de mis chanclas al levantar la pierna. Mis padrinos gritan y jalean como locos.

Me dan la copa, estrecho un par de manos y me quedo mirando al público. Por un momento pienso que tengo que decir algo, porque todos están callados. Pregunto a mi compañero de podio qué se hace, pero él no sabe tampoco. Nos hacen una foto con un móvil, levanto un poco la copa como disculpándome por venir al pueblo a quitarles los trofeos y regreso a mi sitio.

Tengo que volver a cambiar la copa, porque me han dado el primer premio a la categoría femenina. Mis asistants están eufóricos. Quieren llenarla de gintonic.

Así, para mi estupefacción, soy el vencedor de mi categoría en la XI edición de la Travesía a Nado de Porto de Son. No sé si he ganado a muchos (¡¡al menos a otros dos!!), pero oigan ustedes, ¡qué se hubieran apuntado!



Y el primer trofeo que gano en mi vida, a la vitrina. Aunque el dulce sabor de la victoria me produce más risa que otra cosa. Si no, que pregunten a mis acompañantes...

Tuneando el Garmin 405

Quizás los orgullosos poseedores de este diabólico gadget ya se habrán dado cuenta de la delicadeza de la correa de plástico con que se entrega. Yo que no me lo quito ni para nadar al cabo de casi dos años de vida he tenido que volverla a sustituir. Los síntomas, los de siempre: se va pelando la trabilla donde se sujeta la correa hasta que se desprende, luego esta queda suelta y poco a poco se agrieta hasta romperse. Mientras tanto, puede sujetarse con una goma dando una triste impresión.

El recambio de la correa puede encontrarse en varias páginas españolas (p.e. http://www.activagps.com/) a un módico precio de 30 eurazos más portes. Me enoja que cobren eso por un cacho de plástico, pero peor aún que no dure ni un año. ¿No es un reloj para hacer deporte? Menuda resistencia.

Como no quería volver a pagar 36 euros y repetir la jugada, busqué las correas de velcro que vienen con el último Garmin 405 CX, un clon diferenciado por esa característica, con la esperanza de que sean más resistentes. Pero... oh, genios del marketing, amos y señores de los canales de distribución: esas correas no se comercializan en España, o al menos no he sido capaz de encontrar ninguna web que lo haga.

Finalmente, desde USA me las han mandado en sólo una semana, en http://www.rei.com/. Para deleite del servicio de mensajería, el porte ha costado casi tanto como el producto, 25 dólares, precio que también confirma mis sospechas de que cobrar 30 euros por una correa de plástico insulta al cliente.

En todo caso, creo que el reloj gana o al menos un cambio de look le favorece. Para los que aún no tengan este capricho del deportista, observad cómo se va curtiendo la corona de color metalizado con mil batallas.