domingo, 28 de febrero de 2010

La madre de todas las tormentas

Mecachis en los meteorólogos de El Mundo. Después de tantas meteduras de pata, en general los estudiosos de esa ciencia tan esquiva han decidido equivocarse por exceso y no por defecto y este domingo ha sido uno de los mejores de todo el invierno, de sol y calor, y yo en Valladolid sin bicicleta, amedrentado ante tamañas catástrofes. Que si la Tormenta Perfecta de la peli del Clooney...

Ayer parecía que iba a ser así, después de nadar un par de kilómetros decidí correr un rato bajo la lluvia por mi recorrido habitual junto al río, cuando al poco me encontré... que no había camino. Se encontraba bajo el agua de un Pisuerga más crecido que Muchachito de Valladolid después de su última carrera (;)), arrastrando troncos y barro a una velocidad pasmosa.

Aturdido, decidí retirarme para regresar hoy por otro recorrido con fuerzas renovadas, si eso se puede llamar a nadar antes una hora (3 kilómetros, creo, porque no soy capaz de recordar los largos a partir del quinto... si no soy capaz de contar haciendo ejercicio, imaginaos escuchar música). Finalmente me he castigado con 10 kilómetros, que en mi vida me he visto en tanto aprieto. Qué pesadez de piernas, y qué cansancio el resto del día... peor que una media maratón, que habría terminado en menos tiempo.

Y lo peor, paradójicamente, que hiciese un día espléndido, que me hacía pensar continuamente en el fanfarrón de Saddam y "la Madre de Todas las Batallas". Si pillo al del tiempo, le doy una colleja.

Buen inicio de semana a todos.

jueves, 25 de febrero de 2010

Vincerò!!

Mucha gente disfruta escuchando música mientras corre. No es mi caso, porque mis orejas deben tener un defecto genético para expulsar todo tipo de auriculares a las pocas zancadas, y por otra parte no oigo la música, solamente mis pulsaciones, mis pisadas, mis pensamientos. Lo siento, esta característica para mí distingue al futinero del runner, que nadie se ofenda. Un corredor no necesita más estímulos que el acto de correr. No se aburre, no hace falta música. Es un ruido que interfiere la comunicación consigo mismo.


Hoy me dirigía al JC en bici, una tromba de agua al mediodía me cubría por todas partes, el goretex escurriendo magníficamente (Dios tenga en su seno al inventor), y tarareaba un clásico "Singing in the rain", mientras recordaba a Gene Kelly chapoteando feliz. De nuevo, por segunda vez en la semana me esperaba un rodaje bajo la lluvia y sobre el barro, tierra y cielo y cuestas machacando mi voluntad de correr (perdona Nietzsche, soy otro pirado pero en otras lides).


Pero no fue así, la lluvia me respetó por una vez en ya muchas salidas, y eso que me relamía pensando en lo que iba a escribir en mi blog. Un poco de prisa y ganas de liberar estrés en el trabajo me empujaron a poco más de 11 kms en poco menos de 48 minutos, no está mal para un rodaje esquivando charcos, barro e incluso retrocediendo en caminos completamente inundados.


Y si me gustase escuchar música corriendo, no hubiera surcado las aguas al son de "Rocky", "Carros de Fuego" "Blade" o ningún otro icono runner. Habría sentido toda la potencia y la emoción que me causa escuchar una tras otra vez el esalofriante aria de Nessun Dorma de Turandot. Que nadie duerma. Agua, cielo, tierra, fuego, cabalgad conmigo.

domingo, 14 de febrero de 2010

Centenario y a por todas

Pese a una noche corta con velada aderezada por varios Beefeter 24 & tonic, celebrando el día del amor, esta mañana salí con la bici sintiéndome guerrero como un caniche hambriento, por lo que una vez abandonado el Carril Perro (el Anillo Verde de los cojones), he izado bandera de guerra contra todo lo que se movía y he pedaleado para alcanzar y rebasar a cualquier ciclista en el camino.

Así, he entablado batalla con todo un pelotón del club de Chamartín, a sabiendas que más de uno hubiera podido darme una paliza pero estaban obligados a mantener la unidad del grupo, y con un curioso club llamado Rock Sierra o Fuck Sierra, o ambas cosas, con el dibujo de una mano haciendo el signo de los cuernos. También ha caído algún carbono, entre los varios que se me han pegado al cartel de Tripi que llevo en el pandero una vez sobrepasados, que han intentado mantener el ritmo pero todos han desistido en pocos kilómetros.

Hacía frío, bastante, de hecho uno de los alicientes era ver qué pinta tenía la alerta naranja por temperaturas gélidas en la sierra, sin embargo el cielo estaba despejado y lucía un sol brillante.

Lo peor hoy fueron las puntas de los dedos, al cabo de una hora no sentía ninguno de la mano izquierda, hasta que recordé lo que aprendí en una ocasión en que esquiando nos sorprendió un temporal de -15º: hay que hacer oscilar el brazo para hacer que la sangre llegue al final de la extremidad. Así, cuando los dedos vuelven a regarse de sangre, aparece un dolor para aunciar el retorno de la sensibilidad. Ha debido ser divertido verme dar pedales y mover un brazo repetidamente al mismo tiempo.

En todo caso, por primera vez he pedaleado durante más de cien kilómetros , unas 3 horas y 45 minutos, de los que he batallado orgulloso un tramo de 80 kilómetros a una media de 30 por hora y el resto he medrado por el Carril Vieja.

Y mañana, si el hombre del tiempo no se equivoca, toca sacar la mountain bike para ir a trabajar, para admiración de mis sedentarios compañeros de trabajo. Oh, 15 minutos en bicicleta con nieve, qué hazaña, qué individuo tan pintoresco...

viernes, 12 de febrero de 2010

Matinée

Hoy daba miedo salir a la calle. Hacía un frío que cortaba la cara, o lo que se me veía de ella, porque he salido con toda la artillería: cortavientos y cinta de membrana, guantes y mallas largas. Los dedos de los pies los he debido olvidar en casa porque no los he recuperado hasta la vuelta.

La noche cubría las calles y los coches se movían con furia, como glóbulos rojos pululando por las arterias de la ciudad, pero transportando en vez de oxígeno estrés. Dentro de las fugaces lucecitas que desesperadamente intentaban saltarse los semáforos se vislumbraban entes semihumanos atrapados en su interior, que sacudían la cabeza adormecidos mientras yo sentía lástima por sus prisas.

Me dieron la bienvenida al parque los tres bajo cero de la marquesina junto a la entrada. Dentro, bajo su iluminación escasa y fantasmagórica acechaban en los oscuros caminos charcos cubiertos con un cristal de hielo y baches invisibles, de los que te golpean en la columna cuando no los pisas bien. Poco a poco fueron desvelados por la luz del alba, que teñido en rojo partió en dos la vista de la línea de árboles sobre el espejo del lago. Y yo, tras el shock inicial del frío y el entumecimiento (5:35 el primer kilómetro) ya rodaba potente y tranquilo como una locomotora para completar un diez mil en 45 minutos.

Y esta fue la crónica desde mi imperio, donde hoy sólo había un corredor.

 

lunes, 8 de febrero de 2010

Correr por la mañana

"La mañana es el mejor momento para correr del día. Antes de ir a trabajar o a ocuparnos de nuestros quehaceres diarios, es ideal llevar a cabo nuestra rutina, ya que activa el cuerpo para toda la jornada. Es muy recomendable tomar un depurativo antes de salir a hacer ejercicio, o un desayuno no muy copioso, para que el cuerpo esté vacío de glucógeno desde la cena de la noche anterior y queme la mayor cantidad de grasas posible".

O una parida parecida leí en algún sitio. Sin entrar en las virtudes de estos consejos, porque entrenando me importa un bledo si activo o no o quemo grasa o no, esta mañana cuando sonó el despertador le pegué un manotazo para seguir durmiendo otros diez minutos, y luego lanzarme como un poseso caminito al Juancarlos para trotar lo que pudiera antes de la hora habitual de llamada. Eso sí, me depuré con un trago de agua del grifo, el desayuno de los madrugadores.

No sé si fue por el puerto de ayer, la caída, lo temprano del día o todo, el caso es con la misma sensibilidad en el cuerpo que un geiperman no recuerdo peores sensaciones ni ritmos desde hacía tiempo, con las piernas pesadas y doloridas. De premio un chaparrón que me cayó encima mientras recordaba los consejos para futineros super fashion que he recopilado en el primer párrafo.

Pero como cada vez que he salido a correr, he vuelto satisfecho a casa. Cansado, magullado, mojado, pero satisfecho. Mañana pruebo lo del depurativo. O no.

domingo, 7 de febrero de 2010

Subida al puerto de Canencia

Me estoy convirtiendo en un dominguero monotemático con mis artículos. Pero al igual que los corredores dejan para el domingo sus salidas largas, lo mismo hacen los ciclistas.

Hoy subí mi primer puerto, Canencia, aprovechando que estrenaba mi flamante cassette Shimano Ultegra 11-23, que dicho sea de paso al ser cromado no ha dejado de darme la impresión de que he tuneao la burra. Pero mola.

El tiempo me ha acompañado y los hados me han sido propicios para poder superar la pendiente del 8-9% que marcaba mi Garmin desde que llegué al pueblo de Miraflores, aunque haya tenido que pedalear enganchado con el plato pequeño y el 21 ó 23, o sea, todo lo que daba.

El paisaje era impresionante, aunque en mi situación poco podía disfrutarlo, ocupado como estaba echando madera a la caldera para escalar. Vi montones de nieve en la cuneta, encinares y bosques espesos, y llegando al puerto pequeños arroyos corriendo por la ladera.

Cómo no, tocaba novatada, que pudo ser seria, pues a la entrada de una de las primeras curvas de la bajada, al frenar se me ha cruzado la rueda trasera en un giro de 180 grados y he dado con los huesos en el suelo cuando bajaba a buena velocidad. Rápidamente me he incorporado, he revisado que la bici estaba bien y yo también, por ese orden porque estaba a 50 kilómetros del coche, y de vuelta antes de quedarme frío y sentir el golpe.

Sin más novedades es una bajada rápida hasta la Academia, total, 92 kilómetros en 3 horas y media. Parte de guerra: agujero en la malla, agujeros en las polainas, rozón en el sillín, en un pedal, en el cambio. Agujero en el guante. Gran rozadura en el muslo derecho. Enorme satisfacción por haber coronado mi primer puerto, y comprobado que el nuevo juego de piñones no sólo me permite subir mejor sino que los cambios son más suaves. Y nueva experiencia para tener siempre en cuenta: cuidado en los descensos, las ruedas pueden patinar y el accidente puede ser importante.

Y mañana, comienza otra semana como la anterior, colmada de compromisos laborales, hasta tal punto que si no me levanto con los pájaros para entrenar me convertiré en un deportista sedentario de los que salen los fines de semana. Es tan duro encontrar el momento como aprovecharlo, suerte a todos los que tienen que hacerlo de continuo... Porque tú lo vales.