Después de mi agitado último post quería escribir sobre algo más relajante para volver a recuperar la tranquilidad de mi karma, espíritu o cualquier otra chorrada zen de las que se llevan ahora (¿dónde está ese súmmum hispánico de la tranquilidad que homenajeaba Cela, la siesta con pijama y orinal…?) Y me ha venido a la mente el rodaje regenerativo de este mediodía en el Retiro, donde hemos narrado las excusas, mentirijillas y anécdotas de la carrera del domingo mientras nos deleitábamos de una buenísima temperatura para lo que ha hecho esta estación.
Porque no hace falta que nos digan los meteorólogos que ha sido el otoño más frío en los últimos no-sé-cuantos años, ni que la Niña ha abierto un pasillo al viento ártico, basta haber visto día tras día el estanque que guardan Martínez Campos y cía. con una capa de hielo que hoy había desaparecido. O haber pasado de vestir cada día de largo con cortavientos (¡si hasta Vicente “el profesor universitario” se ha comprado uno!) a volver a ir de corto.
A mí estos cambios de temperatura me causan desconfianza. Cuando escucho o me sorprendo diciendo “hace buen tiempo”, a continuación pienso inmediatamente, ¿es bueno que haga calor en estas fechas? Al pan pan y al vino vino, y en Navidades tiene que hacer frío y nieve preferentemente, y en verano calor, y estas variaciones no me gustan lo más mínimo. No porque no las aprecie personalmente, sino porque me hacen pensar con tristeza que el calentamiento global, inducido o no (yo creo en el inducido) es un hecho.
Y además, quizás alguien piense que soy un raro, pero muchos corredores estarán de acuerdo que correr con frío, lluvia o nieve, como muchos días de este otoño, es agradable: curte el cuerpo y la voluntad, despeja la mente y para no ponerme solemne, ¿cuándo si no podríamos usar todo ese equipamiento “imprescindible” de nuestro vestuario deportivo?
Y esta fue la crónica de hoy del Retiro, donde hoy sí que no ha pasado más que el tiempo.
Porque no hace falta que nos digan los meteorólogos que ha sido el otoño más frío en los últimos no-sé-cuantos años, ni que la Niña ha abierto un pasillo al viento ártico, basta haber visto día tras día el estanque que guardan Martínez Campos y cía. con una capa de hielo que hoy había desaparecido. O haber pasado de vestir cada día de largo con cortavientos (¡si hasta Vicente “el profesor universitario” se ha comprado uno!) a volver a ir de corto.
A mí estos cambios de temperatura me causan desconfianza. Cuando escucho o me sorprendo diciendo “hace buen tiempo”, a continuación pienso inmediatamente, ¿es bueno que haga calor en estas fechas? Al pan pan y al vino vino, y en Navidades tiene que hacer frío y nieve preferentemente, y en verano calor, y estas variaciones no me gustan lo más mínimo. No porque no las aprecie personalmente, sino porque me hacen pensar con tristeza que el calentamiento global, inducido o no (yo creo en el inducido) es un hecho.
Y además, quizás alguien piense que soy un raro, pero muchos corredores estarán de acuerdo que correr con frío, lluvia o nieve, como muchos días de este otoño, es agradable: curte el cuerpo y la voluntad, despeja la mente y para no ponerme solemne, ¿cuándo si no podríamos usar todo ese equipamiento “imprescindible” de nuestro vestuario deportivo?
Y esta fue la crónica de hoy del Retiro, donde hoy sí que no ha pasado más que el tiempo.
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