“Activada la alerta amarilla en Madrid ante la previsión de que las temperaturas lleguen hasta los 37 grados hoy”
Camino al Retiro, calle Alfonso XII abajo, reflexionaba hoy sobre la noticia que había leído, importante teniendo en cuenta que mis entrenamientos diarios tienen lugar a lo que “mayormente” se denomina en España “la hora de comer”. Según progresaba en la masa de aire caliente, me intentaba poner en el lugar de los que trotaban en la senda que puede verse paralela a la verja, pero una docena de metros hacia dentro y arriba, ya que pronto sería uno de los agraciados.
De repente, me di cuenta de que un grupo de tres mozuelas de unos escasos veinte veranos paseaban por ese camino. Con sorpresa, al cabo de unos instantes observé que una de ellas caminaba con la camiseta remangada hasta el cuello, exhibiendo un sujetador negro. Automáticamente y sin pararme a reflexionar pensé “pues sí, sí hace mucho calor”, para un momento más tarde caer de repente en la cuenta de que su amiga iba de la misma guisa, pero libre de sostén, y alzando con las manos sus generosos pechos mientras jubilosa y ajena al público comentaba algo, girando para mostrarse de frente y de perfil a sus amigas mientras pasaba su mano por el vientre descubierto y las caderas.
Recatado, rápidamente aparté la mirada de esa impúdica escena, para iniciar una meditación sobre si la alerta amarilla se refería a la temperatura del aire o a la amoralidad de nuestra juventud.
En todo caso, la manada hoy corrió con bravía, después del calentamiento (aquí podría insertar algún comentario divertido) nos lanzamos a un farlek de 2/1/2/1 kilómetros fuertes con trote intermedio de 500 metros. En total, 12 kilómetros, los fuertes a un ritmo en torno a 4 minutos que para las circunstancias y mi forma actual me ha parecido una buena performance.
Y esta fue la crónica de hoy del Retiro, donde nunca pasa nada, y siempre sucede de todo.
Oh, dulce flor de juventud…
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