Hoy daba miedo salir a la calle. Hacía un frío que cortaba la cara, o lo que se me veía de ella, porque he salido con toda la artillería: cortavientos y cinta de membrana, guantes y mallas largas. Los dedos de los pies los he debido olvidar en
La noche cubría las calles y los coches se movían con furia, como glóbulos rojos pululando por las arterias de la ciudad, pero transportando en vez de oxígeno estrés. Dentro de las fugaces lucecitas que desesperadamente intentaban saltarse los semáforos se vislumbraban entes semihumanos atrapados en su interior, que sacudían la cabeza adormecidos mientras yo sentía lástima por sus prisas.
Me dieron la bienvenida al parque los tres bajo cero de la marquesina junto a la entrada. Dentro, bajo su iluminación es
Y esta fue la crónica desde mi imperio, donde hoy sólo había un corredor.
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