sábado, 19 de febrero de 2011

Negocios como usual

Business as usual. Después de una semana griposo y un par de días encamado, el retorno a la rutina deportiva ha sido como una novedad para el cuerpo. Ayer un rodaje cortísimo, 8 kilometrillos para asustar de nuevo a las piernas y vengarme del menisco, y hoy de vuelta a la piscina.

8 de la mañana, mi hora favorita para nadar. Una calle para mí solo y a veces una piscina completa. La empleada del ayuntamiento se retrasa, y un numeroso grupo esperamos a la puerta de la piscina.

Casi todos se conocen porque acuden regularmente, y entre ellos se lanzan chanzas y a veces tontean. Tienen tiempo para hacerlo porque ya hace muchos años que no trabajan. Son para mí la prueba más contundente de que nadar es un deporte para toda la vida, ya que es un grupo que holgadamente pasa la setentena.

No nadan muy bien, dudo que ninguno de ellos tomase clases de pequeño, y estoy seguro que la mayoría han empezado a hacerlo tarde. La doble remada de espalda, el estilo más popular. Pero son tenaces, ahí están como clavos a las 8, porque ya reconozco a alguno de vista de esta hora.

Porque corredores de invierno, las articulaciones son para siempre, y de ellas depende nuestra calidad de vida. No siempre vamos a poder correr el volumen que queramos, sin molestias dolores o lesiones. Sí, el maratón pasa factura.

Por eso en la carrera de fondo de la vida hay que practicar deportes que estarán ahí siempre, como la natación. No suelo coincidir con corredores mayores, pero no fallan cada vez que subo con la bici a la sierra o voy a nadar. Yo quiero ser uno de ellos con su edad (y ganar la media de Valladolid veterano Z).

Y como la vida surge del agua, así recupero yo mi forma después de la gripe. Hoy 60 minutazos sin parar apenas, reptando dentro del agua, deslizándome en el fluido, sintiéndome como un delfín rodeado de tranquilos leones marinos.


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