Esta semana Beni il Cavalieri se encuentra en la parrilla de salida para correr el maratón de Barcelona el próximo domingo, por lo que con pesar me he quedado huérfano de referente y de entrenamiento, ya que no recibiré más esa hoja de papel con la mortífera rutina semanal, envuelta con veneración en una bolsa de plástico para protegerla de la lluvia o el sudor. Todos mis mejores deseos para que Beni obtenga una buena marca este domingo, quizás vuelva a sorprendernos y pise podium en su categoría.
Pero a rey muerto entre las sábanas, rey puesto entre las piernas. (N. del T.: podéis comprobar que los dos aditamentos “entre… entre…” encajan en todos los refranes españoles de dos partes. Se está a la espera de que un sesudo premio Nóbel demuestre matemáticamente el por qué de este axioma.)
Así, con gentileza me he visto adoptado por un nuevo Padrino, que es no menos que el mismo con quién vengo padeciendo los Goyomiles los jueves. Para que os hagáis una idea de mi benchmark, consiste este ejercicio en que yo corro 10 kilómetros en menos de 40’ mientras Goyo hace más de 17 en menos de 70’; además, mientras yo solamente puedo jadear y asentir, él no deja de charlar como si tal cosa. Si he mentido y estás ahí manifiéstate. (PD que te mejores de lo tuyo.)
Quede pués la rutina así santificada: martes, 9 miles a 3:45; jueves, Goyomil; domingos, gota malaya (tres progresivos de 30 minutos, empezando a 4:25 y terminando a 4, lo que implica de conseguirlo, mi mejor tiempo en media ever). Resto de días, rodaje. Sigo en torno a los 90 kms semanales, sin incremento, pero ya desde hace 6 semanas.
Ya impuestos los deberes, la semana empezó bien, los miles salieron a 3:41 de media, incluyendo cuatro a 3:39 y dos a 3:33 (culpa de Herr Werner, que venía el jueves con ganas de Blitzkrieg). No obstante, aunque envié a luchar a mis naves contra el crono y no contra los virus, me han derribado a la cuneta hasta el momento, desde el lecho del dolor escribo estas mis postreras líneas. No, no lloréis por mí, al tercer día resucitaré y me levantaré para correr la gota malaya. Tiembla oh, Mapoma, que voy...
Pero a rey muerto entre las sábanas, rey puesto entre las piernas. (N. del T.: podéis comprobar que los dos aditamentos “entre… entre…” encajan en todos los refranes españoles de dos partes. Se está a la espera de que un sesudo premio Nóbel demuestre matemáticamente el por qué de este axioma.)
Así, con gentileza me he visto adoptado por un nuevo Padrino, que es no menos que el mismo con quién vengo padeciendo los Goyomiles los jueves. Para que os hagáis una idea de mi benchmark, consiste este ejercicio en que yo corro 10 kilómetros en menos de 40’ mientras Goyo hace más de 17 en menos de 70’; además, mientras yo solamente puedo jadear y asentir, él no deja de charlar como si tal cosa. Si he mentido y estás ahí manifiéstate. (PD que te mejores de lo tuyo.)
Quede pués la rutina así santificada: martes, 9 miles a 3:45; jueves, Goyomil; domingos, gota malaya (tres progresivos de 30 minutos, empezando a 4:25 y terminando a 4, lo que implica de conseguirlo, mi mejor tiempo en media ever). Resto de días, rodaje. Sigo en torno a los 90 kms semanales, sin incremento, pero ya desde hace 6 semanas.
Ya impuestos los deberes, la semana empezó bien, los miles salieron a 3:41 de media, incluyendo cuatro a 3:39 y dos a 3:33 (culpa de Herr Werner, que venía el jueves con ganas de Blitzkrieg). No obstante, aunque envié a luchar a mis naves contra el crono y no contra los virus, me han derribado a la cuneta hasta el momento, desde el lecho del dolor escribo estas mis postreras líneas. No, no lloréis por mí, al tercer día resucitaré y me levantaré para correr la gota malaya. Tiembla oh, Mapoma, que voy...