El dorsal cuesta miles o decenas de miles.
El recorrido no es el mismo para todos pero hay alguno más aceptado que otros.
Vas a la carrera a sabiendas que de cada cuatro que ha participado en otras ediciones uno morirá.
Puedes esperar durante meses para poder tomar la salida un día con buen tiempo.
No es raro darse la vuelta a un kilómetro de la meta porque de repente amenaza una tormenta y tener que empezar de nuevo.
Cada paso se ralentiza y hace más duro porque no entra oxígeno en el cuerpo. Piensas con dificultad.
Haces varias noches de camino y en ocasiones tienes que retroceder para dormir.
Las cuestas pueden ser verticales y con hielo y/o nieve fijo o cayendo.
No te apetece comer y te provoca nauseas hacerlo.
Algunos enferman y mueren y quedan a un lado de la calle mientras los otros pasan de largo porque no hay nada que puedan hacer.
Nadie te anima porque no tiene fuerzas para ello.
Otros caen y sus cadáveres quedan en el sitio, incluso puedes reconocer alguno de otras ediciones.
Nadie recoge los muertos.
A veces puedes tener que resguardarte en una pequeña tienda durante una noche y quizás te congeles.
Llegas a la meta y tienes que volver rápidamente antes de que te abandonen las fuerzas.
El retorno es tan azaroso como la ida.
Y me parecía duro correr...