lunes, 18 de mayo de 2009

Descansando en paz

Languidez según el diccionario de la RAE significa flaqueza, debilidad, falta de espíritu, valor o energía. Esa palabra resume ahora mis entrenamientos, porque vencidos y alcanzados los últimos objetivos deportivos, la temporada preveraniega ha terminado. No apetece sufrir más, sino recuperarse física y anímicamente para enfrentarse a la vuelta del verano a nuevas lides y gestas de caballería, aunque no sean gigantes sino tiempos y distancias.

Ha llegado el cambio de estación, y el cuerpo quiere seguir otro biorritmo. Es la época de no planificar, relajarse y disfrutar corriendo, observar el paisaje, mirar y ser visto, corretear con la manada o reflexionar en solitario, y sentirse vivo y en armonía con la misma madre tierra a la que estamos apuñalando. Apretar algunos días de calidad, pero ya sin un fin concreto, solamente mantener el filo y divertirse, quizás alcanzar algún micro objetivo no probado como conseguir hacer el mil más rápido, o el pino en el césped del Retiro…

Plasmado en cifras, la semana pasada apenas entrené 60 kilómetros, degustando algunas delicatessen como series de 500 el martes y de 400 el jueves, solamente para sentirnos rápidos y juveniles y sacudir la modorra maratoniana. Mejorar en la distancia corta para apalancarse en la larga, una buena inversión para el otoño. El domingo, rodaje “tranquilo” a 4:30 por el Johncharlie, que como ya he comentado, en ese parque a ese ritmo uno se siente hasta de los buenos.

Y esta fue la crónica desde el JC1, ese moderno conjunto de espacios abiertos donde los hombres son postindustriales, las mujeres más o menos warholianas y todo el mundo se desplaza con la suavidad del taichi.

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