lunes, 31 de agosto de 2009

26ª Carrera Virgen del Villar

El pasado domingo tuvo lugar el pistoletazo de salida de la temporada, para mí y para muchos corredores pucelanos, porque corrimos la carrera de Laguna de Duero, 9.800 metros según la organización y 10.020 según mi garmin. Es gratuita y consta de 4 vueltas alrededor de un lago artificial, un recorrido completamente plano en un entorno agradable y cuidado, con avituallamiento y detalle al finalizar la prueba. Como nota negativa, pero no determinante, no hay medición por chip. Llevo participando 3 años seguidos y es de mis fijas en el candelabro, porque es el primer 10 mil serio después del verano, me sirve como test de forma física y también como preparación para la media de Valladolid, que tiene lugar justo 3 semanas después.

 

Este año me planté con bastante pereza para competir en el polideportivo donde se recoge el dorsal, porque en las últimas cuatro semanas entre las vacaciones, nadar y montar en bici he corrido una media semanal de 40 kms raspados (con mis compis del Retiro lo habitual eran 60 kms), y la sensación era de estar peor preparado. Pero valor y al toro, sin ninguna ambición me coloqué para la salida en medio del pelotón para no dejarme llevar por los rápidos, y al tiro salí con calma, sin esquivar ni zigzaguear, y empecé a avanzar entre los claros que se iban abriendo. Los primeros dos kilómetros salieron en 8’06, y en ese momento me pareció un ritmo más que aceptable para terminar la carrera con dignidad. Pero el 10 mil es muy largo…

 

Poco a poco, fui localizando “objetivos” y derribándolos. Uno detrás de otro, sin que me adelantase nadie en toda la carrera, fui escalando posiciones. Algún kilómetro veía que bajaba de 4 minutos, pero tampoco prestaba atención al ritmo, solamente buscando relajarme a ese paso y controlando la distancia con el anterior. Incluso cuando se me acercó a animarme una patinadora de buen ver mantuve la zancada. Y ya la última vuelta, después de obcecarme en pillar a una involuntaria liebre, le cacé en los últimos 400 metros, si bien tuvimos un rifirafe al sprint en el que salí perdedor en los últimos pasos (sorry compañero, te gané en tiempo neto… jejeje, pero gracias por ese kilómetro final a 3’44).

 

Después de detener el crono, recoger el regalo (una bolsa portazapas) y abrir mi acuarius, llegó el momento de mirar el tiempo, por simple curiosidad, y quedarme es-mi-pefacto. Más de un minuto y medio de rebaja a la marca del año pasado, y mirándome desde el Garmin tres cifras, un 39:35, 10.02 kms, 3’57 de ritmo medio. Mi mejor edición de esta carrera. Convertíos y creed, porque todo el entrenamiento no específico que he metido al cuerpecín (incluyendo doblajes el mismo día combinando natación, bici y series, aunque no muchas) ha resultado, pese a todo…

 

Hoy, de premio, piscina suave.

 

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