miércoles, 22 de octubre de 2008

Un jarro de agua fría. O mejor dos.

Es el primer día otoñal en el Retiro. Viento, lluvia, frío y una deliciosa serenidad en el ambiente, vacíos los caminos y los prados. Las hojas adornan los árboles con los colores de la estación, vivos y chillones por el contraste con el gris del cielo. En el suelo, un mosaico de las mismas tonalidades nos espera como alfombra roja a que lo recorramos, mientras las gotas repiquetean tenues con una melodía que se repite.

Aprieto el paso para llegar al vestuario, el parque me espera, no es fácil de comprender pero estoy deseando salir a empaparme de agua y sensaciones. Pronto nos vamos reuniendo los parroquianos, se separó el trigo de la cizaña y como llegaron se fueron las muchedumbres de caras nuevas. Un par de vueltas, y con mucha paz a la ducha caliente. Vuelvo a sentir las manos y debajo del barro aparecen mis piernas.

Y esta es la crónica de hoy del Retiro, donde siempre ocurren cosas y nunca pasa nada.

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