lunes, 9 de marzo de 2009

Fuego cabalga conmigo

Llega el calor a Madrid, después de un otoño invernal y un invierno níveo, y repentinamente, las muchedumbres afloran del hormigón del centro y se agolpan en los parques, esparciéndose por doquier tomando el sol, jugando o realizando los menesteres típicos de “al aire libre”. Ayer los caminos del JC1 asemejaban torrentes humanos, y su aparcamiento el mejor atasco de cualquier autopista A-?, y el despistado corredor o ciclista que no cumpliera con sus obligaciones de mañanita añadía a sus penurias esquivar grupos de ejemplares adultos, desplazándose a un pausado paso paquidérmico, rodeados de cachorros humanos o cánidos agitándose con desplazamientos aleatorios. En fin, alegría generalizada con la llegada de los primeros días de buen tiempo y en plena crisis, lo bueno si gratis dos veces bueno.

Yo no tuve que zigzaguear mucho, tanto el sábado como el domingo la mañana me sorprendió temprano en mis tiradas de rigor, intentando un ritmo más alegre que cansino. Y digo intentando, porque sigo recuperándome de la vírica semana pasada y estoy al 80% de mi forma antes de mi repentino amor a los productos Roca. No obstante, este fin de semana entraron a las piernas otros 40 kilómetros de preparación para el maratón, destacando el fallido pero honroso intento el domingo de tres progresivos a distintos ritmos, que si bien debían haberme catapultado a mi mejor tiempo en una distancia de media, me plantaron en 1:30.

Dilema teórico y emocional el que tengo ahora. No dejo de dar vueltas a la opinión de sensei Vicente sobre la excesiva intensidad de mis entrenamientos cara a Mapoma, que por un lado, la realidad parece imponer, resistiéndose por otro mi urgencia de bajar de 3 horas, un reto hercúleo que en Mapoma es también homérico. Prisa porque el tiempo se me agota, no porque falten pocas o muchas semanas para la carrera sino porque las posibilidades de que mi lugar de trabajo abandone en breve las inmediaciones del Retiro se incrementan cada día. Y el entrenamiento de calidad en solitario, la soledad del corredor de fondo, es muy duro, me da miedo el cambio de rutina y la pérdida de estímulos y contactos con otros corredores. Sin contar la tristeza de perder relaciones, vínculos creados, plantas que se agostan en breve después de muchos días de riego. ¿Me convertiré como Charlton Heston en el Hombre Omega del JC1? ¿O como Tom Hanks en Naufrago, hablaré con mi pulsómetro sobre las flores y los pájaros? ¿Me contestará?

Con todo esto, mi objetivo para Mapoma 2009 sigue bailoteando a ritmo de jazz a mi alrededor, como el enano de David Lynch, con expresión fija, pausadamente pero sin pausa. ¿Qué se siente antes de una batalla que se sabe perdida? Fuego cabalga conmigo.

1 comentario:

  1. DE PERDIDA LA BATALLA NADA COMPAÑERO, A PESAR DE TUS INTESTINOS ESTAS EN UNA FORMA PLETORICA Y EL UNICO RIESGO QUE TIENES ES PASARTE DE FRENADA CARGANDOTE CON DEMASIADOS KMS MI OPINION ES QUE CON LO QUE HACES ES SUFICIENTE PARA EL CUERPO , OTRA COSA ES EL COCO NECESARIO PARA SOPORTAR LAS CUESTAS FINALES. AAALE

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