Me dan flashbacks de mi vida anterior de corredor cuando llegan estas fechas, el sol golpea con fuerza y la ciudad empieza a vaciarse. Imagino que los vestuarios del Retiro empezarán a quedarse sin parroquianos, salvo esos irreductibles asiduos del "Arbol de Beni", un lugar tan emblemático para los corredores de ese santuario como el árbol donde la historia recuerda que las tropas napoleónicas apoyaron un cañón en su infame guerra de conquista.
Pero eso es sólo una sensación, porque en triatlón seguimos con la temporada alta y hay que seguir entrenando. Entre mis planes por un tecnicismo en extinción me he quedado fuera de competición en el Tri de Valladolid, una curiosa regla desplaza al fondo de la lista de espera a los inscritos en detrimento de los triatletas que figuren en el ranking nacional aunque se apunten después (eso sí, ¡pagas primero!) En todo caso me anoto para mediados de agosto un duatlón en Cantimpalos (espero que la bolsa incluya chorizo) y en septiembre el triatlón de Comillas.
¿Y después se acaba la temporada...? Bueno, antes llegan las vacaciones en las rías altas, que además de buen yantar son una magnífica oportunidad para practicar en mar abierto con mi flamante neopreno.
Y después, ¿a descansar...? Norrrlll, inicio de la época de carreras a pie con la media de Valladolid y los magníficos diez miles de Madrid, a ver cómo rinde un aprendiz de triatleta con los fogueados monodeportistas.
Aquí no se cierra por vacaciones...
Bien dicho: no cerramos por vacaciones.
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