Pero no soy el único obsesivo. He venido observando desde hace tiempo un montón de peladuras de mandarina en una plataforma que cruza la M40, que no decrece ni se corrompe, y como creo que el clima de Madrid no es como el de Ushuaia deduzco que un paisano se para a devorar mandarinas con fruición frente al río de coches de esa autopista urbana.
¿Qué podrá encontrar de agradable en la contemplación de un torrente de ruido y fétidos humos? Me pregunto cada vez que paso, imaginando la figura erguida y quieta frente a los coches. ¿Qué pasará por su cabeza en ese momento, una metáfora del pensamiento humano en sentido puro? ¿Quizás reflexiones sobre el consumo de recursos? ¿El cambio climático? ¿La máxima de que todo fluye, nada permanece? ¿Que debería dejar de comprar mandarinas porque ya empiezan a venir ácidas? En mis expectativas sobre el ser humano, me inclino por la última y apuesto que no me equivoco.
Encuesta para los lectores: ¿Has consumido algún tipo de alimento en un sitio especialmente desagradable y para más INRI abandonado en el punto tu basura? ¿En qué estabas pensando para creer que alguien va a venir a limpiar tu porquería? ¿Ha sido un gesto consciente o totalmente desinhibido? ¿Aprendido o conductista?
Espero que se te atragante un tito de la mandarina, so guarrete.
buenas , aparte que coincido contigo en la cantidad de guarros que hay en el mundo ( y si uno sale a correr lo ve vaya por donde vaya )me alegra ver que coincidimos en gustos musicales, el fantasma de la ópera es una de mis preferidas
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