Los corredores tenemos muchas neuras. La principal, vivimos obsesionados con lo Único: (no, eso no; bueno, también), correr. El día que no entrenas, salvo que no sea de descanso planificado, te pones de mal humor. Si vas por el campo y ves caminos, sendas, bosques… piensas lo que te gustaría correr por ellos. Si visitas alguna ciudad, miras con envidia a los runners que ruedan mientras tú paseas. Si no me equivoco, en términos médicos se llama neurosis obsesiva, pero hablando de un tipo de gente que disfruta de un deporte agónico, no es nada sorprendente (se supone que Filípides reventó después de cruzar la llanura de Maratón, ¿pensaría en ese momento “Just did it”?). Quizás se tenga mono de endorfinas, o que el hábito sea difícil de quitar, pero si se trata de algo que sienta bien a cuerpo, mente y alma, y que no te quita tiempo de otras obligaciones ¿qué tiene de malo? (mi subconsciente dice que le suena a autoengaño de adicto).
También nos obsesionan las marcas, lo que muchos llaman el veneno de los tiempos. Siempre hablamos de ellos. Siempre pensando en ellos. Nos llegamos a conocer los tiempos de los amigos y conocidos, en muchas distancias, hasta sus marcas en carreras. Escuchamos los detalles de cómo los obtuvieron, sin bostezar ni fingir interés porque es genuino. Admiramos al corredor popular que consiguió tal marca, al que pisó podio alguna vez. En la secta de los corredores, la marca de cada uno es como un DNI, se te conoce por eso. Es curiosa la frase “con ese tiempo en esa distancia, vales tanto en esa otra”. Según he oído a corredores más veteranos, una vez que te despojas del veneno de los tiempos eres más libre y disfrutas más. Pero yo me pregunto, ¿cómo sabes que te mantienes a un cierto nivel o mejoras? La misma pregunta ya es un síntoma de la enfermedad.
En fin, lo que quería apuntar en el diario. Como buen obseso guardo registro de cada kilómetro que corro, y en las primeras 26 semanas de 2008 corrí 1.208 kilómetros en 5.667 minutos, esto es, algo más de 94 horas (unas tres y media por semana, 46 kms por semana, en torno a 10 por sesión), aunque la calidad computó menos, 16 horas, lo que viene a ser un ritmo medio anual de 4:41 por kilómetro. Me ha gustado el ritmo medio, no así el kilometraje semanal.
También nos obsesionan las marcas, lo que muchos llaman el veneno de los tiempos. Siempre hablamos de ellos. Siempre pensando en ellos. Nos llegamos a conocer los tiempos de los amigos y conocidos, en muchas distancias, hasta sus marcas en carreras. Escuchamos los detalles de cómo los obtuvieron, sin bostezar ni fingir interés porque es genuino. Admiramos al corredor popular que consiguió tal marca, al que pisó podio alguna vez. En la secta de los corredores, la marca de cada uno es como un DNI, se te conoce por eso. Es curiosa la frase “con ese tiempo en esa distancia, vales tanto en esa otra”. Según he oído a corredores más veteranos, una vez que te despojas del veneno de los tiempos eres más libre y disfrutas más. Pero yo me pregunto, ¿cómo sabes que te mantienes a un cierto nivel o mejoras? La misma pregunta ya es un síntoma de la enfermedad.
En fin, lo que quería apuntar en el diario. Como buen obseso guardo registro de cada kilómetro que corro, y en las primeras 26 semanas de 2008 corrí 1.208 kilómetros en 5.667 minutos, esto es, algo más de 94 horas (unas tres y media por semana, 46 kms por semana, en torno a 10 por sesión), aunque la calidad computó menos, 16 horas, lo que viene a ser un ritmo medio anual de 4:41 por kilómetro. Me ha gustado el ritmo medio, no así el kilometraje semanal.
Más obsesión: contabilizo los kilómetros que hago a cada uno de mis dos pares de zapatillas, (que por supuesto, renuevo puntualmente entre cada 1.000 o 1.200 kms), el número de sesiones por semana, la descripción de cada entrenamiento, etc etc. Puf, menos mal que llegan las vacaciones y toca bajar el pistón y desconectar, o mejor desintoxicar. Por cierto, ya estoy consultando en internet donde voy a correr por la playa, y tengo algunas marcas de distancia, también he descubierto que en agosto se corren muchas carreras por la zona, incluso en el pueblo, y ... (el parloteo incesante se va alejando hasta que se pierde en la distancia).
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