Curiosos los humanos cómo somos capaces de simplificar las cosas, y de complicarlas. Una de las conversaciones habituales entre corredores es sobre lo que lleva a cada uno a practicar un deporte tan exigente y agónico como el atletismo. Es difícil encontrar los motivos, porque son muchos, variados y cambiantes en el tiempo y situación personal, tanto física como anímica, es como resumir en dos palabras una vocación: hay que tenerlo muy claro para no liarse y dudar.
Pues mira por dónde, un no creyente me abrió los ojos hoy. Después de indagar sobre el tiempo que dedico actualmente a entrenar (de 5 a 6 días por semana, o eso me gustaría) y mis horarios (diariamente al mediodía, a la hora de la comida; el fin de semana, pronto por la mañana), me espetó... ¿a ti te gusta mucho correr, no?
Me quedé pensando unos segundos y abrí la boca para hablar sobre la seguridad de la rutina, la paz de fusionarme con la naturaleza, de respirar el aire puro, sentir la lluvia, el sol, el frío, el calor, la motivación de la mejora, la felicidad en la consecución de los objetivos, la fuerza de la disciplina, la complicidad de la camaradería, el orgullo de poder controlar el sufrimiento del cuerpo, de llegar donde otros no llegan... y ya casi sintiéndome Zaratustra mientras resonaba la cabalgata de las walkirias en mi cabeza... antes de convertirme en un paria social, de mi boca sabiamente salió, "sí, me gusta mucho correr".
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