miércoles, 12 de noviembre de 2008

Esto no puede ser bueno

Se abren las puertas del cercanías en la estación de Recoletos, y un rebaño informe de empleados acicalados se derrama de los vagones para completar su trashumancia diaria. Los túneles se llenan del sonido ensordecedor de sus tacones, que como pezuñas golpean las baldosas con un ruido seco que retumba fantasmalmente en las paredes, mientras la masa avanza rápida rellenando todo el espacio disponible ante ellos. Unos más ligeros zigzaguean esquivando otros ejemplares más lentos; otros corpulentos trepan con potencia las escaleras, optimizando sus cinco minutos de ejercicio diario; otros torpes se cruzan sin sentido; los menos han tenido la mala suerte de llevar dirección contraria y se acurrucan contra una esquina o escurren por un lateral para evitar ser arrastrados.

Sólo falta el río Grumeti para que uno visualice el salto de la gran migración de ñus en el parque del Serengeti, y aquí llega: los tornos de salida. Los homos oficinalis se agolpan contra las puertecillas, que parece que no dan abasto, y milagrosamente, la ola humana se pulveriza en una nube de vapor inofensiva que se pierde por las escaleras hacia la calle. Arriba, la luz y el frío calma el pánico desbocado de la manada, o lo disimula, y en cuanto llego al mundo exterior, espiro aliviado y trato de componerme. Este estrés hay que echarlo fuera, y pienso feliz que en unas pocas horas podré correr y pastar en libertad en la Reserva del Retiro, donde todos los hombres son duros, las mujeres guapas y las pulsaciones por debajo de la media.

No hay comentarios:

Publicar un comentario