jueves, 11 de septiembre de 2008

Por la Tierra


Correr al aire libre o cualquier otra actividad en el exterior es una fuente de sensaciones agradables, tanto más cuanto más alejado de las ciudades y del estrés de la civilización, lo que ya en el medievo observaron y denominaron el mundanal ruido. En contacto con la madre naturaleza uno se siente un ser vivo, sano y feliz. Pero lamentablemente el ser humano no corresponde adquiriendo con ella el compromiso que debiera. Al contrario, agredimos a la Tierra a una velocidad a la que no puede defenderse, o quizás sí, pero sus mecanismos de autorregulación pueden llevarnos a un entorno hostil para nuestra especie. El cambio climático y la desaparición de la biodiversidad tienen su causa última en la explotación desmedida e insensible de los recursos naturales, entendidos de manera muy amplia, desde el aire, el agua, las selvas, los caladeros, o incluso el matorral bajo de esa urbanización nueva en el pueblo donde veraneas.

Recuerdo de las primeras lecciones en la universidad la definición de economía: ciencia que estudia la distribución de los recursos escasos. Pues bien, desde este enfoque la causa de tan pernicioso comportamiento humano es que algunos de los recursos “gratis” considerados “infinitos” no lo son (en el caso del cambio climático, el aire como basurero de CO2), y tienen un coste muy elevado que pagarán las generaciones venideras. También un tal Malthus, economista del siglo XVIII, predijo, qué risa, que un incremento exponencial de la población del planeta no podría ser soportado por los recursos alimenticios disponibles. Vaya, ahora empezamos a leer que si todos los chinos comen tanta carne como nosotros no va a haber pastos en la Tierra para tanta vaca. Y que la producción de biocombustibles ha ocasionado la subida del precio de los alimentos. O el nuevo término “polución blanca” para las omnipresentes bolsas de plástico de los supermercados.

Quizás lo que no funcione de todo esto sea el modelo de consumo o de sociedad que la humanidad desea, o quizás las energías renovables lleguen a solucionarlo, pero el caso es que han pasado muchos años desde que se empezó a oír hablar del efecto invernadero y fenómenos relacionados y desde entonces ha habido muchos récords de temperatura máxima, y cuando los fabricantes de coches empiezan a bombardearnos con anuncios “ecológicos”, preocúpate. Y cuando ante la fuerte subida del petróleo la preocupación generalizada ha sido pedir una bajada en los impuestos o subvenciones para seguir quemando carbono, preocúpate. Cuando ante el deshielo inminente del ártico ya se negocia el reparto de los recursos del nuevo campo petrolífero, preocúpate.

Es un defecto de la raza humana, somos cortoplacistas, no vemos más allá de los problemas inmediatos, especialmente cuando los ocasionan comportamientos “inocuos” como llenar el depósito del coche, o dejar una luz encendida, o la despreocupación por el medio ambiente, que puede ser trivial como dejar nuestra basura en el campo un día de camping o seria, como talar un bosque para construir chalets para amantes de la naturaleza, o mucho peor. Como aparece en la película Rapa Nui ¿qué pensó el que taló el último árbol de la isla de Pascua?

Siento y lamento que poco puede hacer un individuo al respecto: reciclar, ahorrar electricidad y combustible, concienciar del problema a todos los que te rodean y asociarse (yo soy miembro de Greenpeace desde hace más de un año). Al menos vivo con la conciencia algo más tranquila. Pasa el mensaje. Por la Tierra.

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