martes, 21 de julio de 2009

Quién me mandaba a mí

La semana pasada empezó con muy buen pié y mano, porque desde mi nueva ubicación me lancé a diversificar riesgo deportivo, más por diversión que por tener claro pasarme al lado oscuro del triatlón, y reduje las habituales 6 sesiones de carrera semanales a 4, incorporando 3 de natación (total 4,5 kms) y 1 de bicicleta (22 kms).

Así, el viernes me atornillé el casco y con la fresca del mediodía me lancé a explorar mi circuito de 10 kms por el Juan Carlos I, con la sorpresa de que cuando se recorre al doble de velocidad que a pie resulta tener de todo: giros, subidas y bajadas empinadas, llanos… lo que te mueve entre 10 kms/h y 38 kms/h. Total 22 kms en poco menos de 1 hora, que según me han comentado ciclistas no deja de tener su mérito al ser MTB. Y sobre todo, lo pasé muy bien. Tiene hasta puntos de técnica, algún frenazo de novato tuve que pegar para no salirme… Me pica un poco el gusanillo de probar una bici de carretera, a la que tendré que poner ruedines porque nunca he montado.

El domingo me di cuenta de que llevaba acumulada la irrisoria cantidad de 42 kms a pie y decidí apuntarme una tirada larga, como manda mi plan para la media de Valladolid. El objetivo eran 85 minutos, pero con la emoción del ritmillo de 4:30 sin mucho sacrificio terminé completando una media maratón en 1:35. La organización fue malísima, aunque quedé el primero en todas mis categorías. Sin venir a cuento esa tarde me vino un dolor detrás de la rodilla, confirmado el lunes por la mañana con cojera y un rodaje de 6 kms a 5:30. Por cierto, para colmo de males, no os podéis imaginar lo concurridos que están los baños del JC1 antes de las 8 de la mañana, hay un auténtico Movimiento Popular de Liberación Intestinal. Estaba hasta Murphy, que me metió en el único cubículo sin cerrojo, el muy perro.

Por prudencia me regalaré el martes, si es que quien mucho abarca poco aprieta. A ver que tal la piscina, ¿nadaré o arponearé?

 

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