De vuelta a casa, después de un largo día de trabajo y al mediodía unas pocas series de 400, iba yo vestidito con mi corbatita y mi canesú, todo disfrazado de oficinista, cuando llego a un semáforo donde varios montainbikeros muy equipados esperan. No llego a parar porque se abre cuando llego y prosigo al mismo ritmo, alegre porque iba cuesta abajo.
Y al poco oigo resoplidos y ruidos de cadenas justo a popa... han olido carnaza, van a dar una lección al trajeado que vuelve maqueadito del trabajo en una bici de paseo sin siquiera barra... pero con unas ruedas de 28 lisas. Por un momento me planteo dejarme llevar por la cuesta y permitir que me adelanten los avezados ciclistas, soy un hombre maduro, voy a mi ritmo... pero ¡qué coño! ¡si yo juego a ésto todos los domingos!
Libre del impedimento de no sudar, porque ya ha terminado la jornada, aprieto y aprieto y llega la cuesta arriba y aprieto más... ¡oh!, ya no están... Las apariencias engañan, corazones. Cuidado con los triatletas con piel de cordero.
No hay que perdonar una carrera, con o sin dorsal. Y el que no quiera competir que se quede en casa.
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