domingo, 23 de mayo de 2010

El barbero de Sevilla

No es que yo sea muy megalómano (a ver los de los diccionarios), pero el sábado nos regalaron unas entradas para un concierto en el Auditorio Miguel Delibes, que para nuestra sorpresa resultó ser esta divertida ópera de Rossini.

Meditaba contemplando a toda la cantidad de gente que tocaba o cantaba en el escenario, sobre las diferencias entre el director y el del bombo, el tenor y el corista,... y elucubrando sobre sus diferentes remuneraciones. Y me vino a la mente el mundo de los deportistas, con las estrellas millonarias de los deportes más comerciales y los profesionales del montón simplemente ganándose la vida. La asociación fue inmediata: músicos y deportistas son de la misma madera. Afortunados y desafortunados: todos trabajan por vocación y obtienen satisfacción de su trabajo, pero sólo unos pocos alcanzan fama y fortuna.

Mientras escuchaba la música, ponía en mi mente las imágenes de la salida ciclista de la mañana, porque fue de esas que disfrutas recordando. Primer día de corto, el campo verde y frondoso, las mismas cuestas menos duras que de costumbre y el recorrido por los pueblos de la provincia de Valladolid al son de Figaro. Wamba, San Cebrián de Mazote, Torrelobatón, La Espina... más de 90 kms de monumentos vistos a más de 30 kph de media... y como aportación al concierto que sonaba en mi cabeza, la eufonía de las cadenas zumbando alegres en llano a casi 40 por hora. Fígaro Fígaro Fígaro...

2 comentarios:

  1. Es una muy buena ópera, la vie el año pasado. Es de las que gusta a los que no les gusta la ópera. Y pensar en carreras mientras estás en la ópera....ummm, eso suena enfermizo. Un saludo

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  2. Eso digo yo, ¡Háztelo mirar!

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